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Creo que la sociedad uruguaya en su conjunto ha cambiado más con respecto al tema lgtb que la propia comunidad lgtb.
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7 FEBRERO 2001. Diana Mines, una de las pioneras del activismo lgbt en Uruguay, nos habla de su persona y del estado de su comunidad y su país. The Gully dialogó con ella en octubre pasado, poco después del octavo desfile anual del Orgullo en Montevideo, que ella ayudó a organizar. Soy fotógrafa. Tengo 51 años. He realizado exposiciones, docencia y crítica en la prensa escrita. Aún no asumida como lesbiana, tuve contacto con el movimiento lésbico y gay de San Francisco, cuando estudié allí en el Art Institute, entre 1977 y 1980. A principios de los noventa comencé a publicar en Uruguay artículos en defensa de los derechos lgtb. Fui co-fundadora, en 1991, del primer grupo lésbico en Uruguay: Las Mismas. Tanto este grupo de lesbianas como el siguiente (Mujer y Mujer, 1996) se disolvió luego de seis meses, al intentar pasar de la etapa de descarga emocional y reflexión, a la de activismo.
La televisión nos acercó En ese momento yo era, desde 1981, profesora de fotografía en la carrera de Comunicaciones de la Universidad Católica. Seguí en ese cargo por tres años más, sin hostigamientos explícitos pero con disminución de horas de clase y presiones sutiles de una de las autoridades, hasta que fui despedida aduciendo negligencias puntuales de tipo administrativo.
Con él y con unos pocos compañeros más de las organizaciones lgtb, hemos sido entrevistados en otros programas y noticieros de televisión y radio, participamos en un congreso de sexología, en un Cabildo Abierto sobre Derechos Humanos, y en varios foros, como uno reciente en la Cámara de Diputados. Personalmente, tiendo a convertirme en activista de las cosas que hago y en las que creo. Como fotógrafa, trabajé durante años para que cesara la discriminación que la fotografía sufre en los medios culturales y artísticos en este país. La aceptación tardía de mi lesbianismo (a los 36 años de edad) me ha llevado a trabajar para que otras personas jóvenes, especialmente mujeres, no tengan que pasar sus mejores años sumidas en la inseguridad, el miedo y el sentimiento de culpa.
Un pequeño deshielo Pero la disposición de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales a participar en las organizaciones sigue siendo muy reducida. Incluso la concurrencia a bares (Avanti, Espejismo, Psicótico, etc.), si bien es bastante numerosa, resulta muy minoritaria comparada con la presumible población lgtb de Montevideo. Uruguay vive una época de poca movilización política, a pesar de las grandes dificultades de la economía y el desempleo. La gente se ha encerrado en una postura individualista que a lo sumo se amplía en círculos de amistades próximas. La única perspectiva que atrae a muchas personas lgtb a los grupos es la posibilidad de conocer nuevas relaciones de amistad o de pareja. La lucha por los derechos es vista con temor por los riesgos que puede acarrear. No olvidar que el período de lucha popular más fuerte en Uruguay se cerró con doce años de dictadura (1973-1985), miles de muertos, torturados, exilados y desaparecidos.
Atentado contra el pudor En estos días, el Presidente de la Cámara de Diputados, Dr. Washington Abdala (Partido Colorado, neoliberal), ha hecho llegar a nuestras organizaciones dos borradores que pronto presentará como proyectos de ley, sobre discriminación, uniones civiles y cirugía de reasignación de sexo. Este tipo de cirugía ya se realiza en el Hospital de Clínicas, gratuitamente, pero la reasignación no es reconocida luego por las oficinas de registro e identidad civil. En cambio, un proyecto de ley ya presentado por un diputado de la coalición de izquierdas, Daniel Díaz Maynard, que reconoce derechos a las parejas que conviven sin matrimonio, define a estas parejas como integradas por personas de diferente sexo. Creo interesante señalar la contradicción.
Activistas: pocos pero dedicados La Asociación de Travestis del Uruguay (ATRU) vivió tensiones internas en torno a su relacionamiento con el Ministerio de Salud Pública y tambien por la prisión prolongada de una de sus líderes. Ha estado a estudio del Parlamento un proyecto de ley que regula la prostitución y le reserva ciertas zonas de la ciudad, pero su consideración ha quedado postergada. Las personas travestis gozan de una mínima protección gubernamental (condones, esporádicas canastas de comida) y cierta libertad para trabajar en la calle, pero muchas deben sobornar a agentes policiales para no ser molestadas, y la incidencia del VIH y el uso de drogas están bastante extendidos entre ellas.
Plaza Libertad liberada
También llevamos banderas, incluída una bandera del arco iris de 10 metros de largo. La Intendencia Municipal de Montevideo (desde hace 10 años a cargo de una coalición de izquierdas donde coexisten dirigentes muy progresistas con otros muy homofóbicos) nos prestó una carroza que adornamos con los colores del arco iris.
En pleno centro El número record de participantes en nuestras marchas ha sido de unas 200 o 250 personas. Este último año desfilaron 150 personas. Por lo menos otras 100 caminaron por las veredas laterales, pero tuvieron miedo de integrarse al desfile. En las primeras marchas abundaban las máscaras y los disfraces, que este año fueron pocos. Dos compañeros del Grupo Diversidad se disfrazaron de monjas y su fotografía besándose en la boca apareció en la tapa del diario La República al día siguiente, con el comentario: "Duras críticas a la Iglesia Católica..." Al llegar a la Plaza Libertad hicimos una gran rueda, tomados de las manos, y bailamos hasta el final.
Silencio católico
La Coordinadora Orgullo 2000, que organizó el desfile, estuvo integrada por Amnistía Internacional Uruguay/Grupo GLTB, Asociación de Travestis Uruguayas (que este año, por división interna, estuvieron prácticamente ausentes), Biblioteca y Banco de Datos GLTTB, Centro de Investigación y Estudios Intersexuales, Encuentro Ecuménico para la Liberación de las Minorías Sexuales, Grupo Diversidad y Hombres que tienen Sexo con Hombres.
Todavía no somos "peligrosos" Nunca recibimos una censura abierta ni experimentamos violencia u oposición durante los desfiles, tal vez porque todavía no hemos crecido lo suficiente como para resultar "peligrosos". Sí hemos escuchado chistes o comentarios irónicos de algunos periodistas de radio. También conocemos casos individuales de violencia verbal y física contra personas gays y lesbianas. Fotos: Lieve Snellings. |
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