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Para Nader hay un solo tema fundamental: el del poderío desorbitado de las grandes empresas.
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![]() Elecciones EE.UU. 2000 por Ana Simo NOVIEMBRE 7. La elección del próximo Presidente de los Estados Unidos esta noche quizás esté en manos de los autodenominados "progresistas" descontentos que votarán por el candidato del Partido Verde, Ralph Nader, en su mayoría varones de raza blanca y alto nivel de instrucción y de ingresos. Con el candidato republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore casi empatados en las encuestas pre-electorales, la elección depende ahora, en gran medida, de si Ralph Nader obtiene o no un 3% de los votos, como prevén las encuestas, la mayoría de ellos a expensas de Gore. Ayudar a elegir Bush, y, como consecuencia de ello, a varios jueces conservadores de la Corte Suprema, no le molesta en lo absoluto a Ralph Nader. Al contrario. Nader piensa que una derrota "quizás sea lo mejor que les pueda pasar a los demócratas, porque así van a tener que despertar" y, o bien, "se enderezan y se liberan de la influencia de los grandes intereses" o se van a debilitar como partido político.
La raza en desgracia Para Nader hay un solo tema fundamental: el del poderío desorbitado de las grandes empresas, ante el cual, según él, ambos grandes partidos se inclinan con igual fervor. El poderío empresarial es causa; todo lo demás es efecto. Y poner demasiado énfasis en el efecto, no es más que distracción y divisionismo: éste es el mensaje que Nader parece estar enviando con su silencio. "Para Nader, el racismo es, aparentemente, una mera posdata de los "verdaderos" temas de justicia social", dice Vanessa Daniel en un artículo reciente en ColorLines. "Nader aborda a menudo problemas cuyas consecuencias más devastadoras se sienten, precisamente, en las comunidades de color", dice Daniel. "Sin embargo, casi nunca señala las dimensiones raciales de dichos problemas". Nader, añade, está "haciendo invisible el tema [del racismo]". Los derechos de la mujer y, en especial, los derechos civiles de lesbianas y hombres gay, son aún más invisibles, si cabe, en la campaña presidencial de Ralph Nader. En su sitio Web oficial, todo lo que Nader atina a decir es que apoya las uniones civiles de quienes, imprudentemente, llama "homosexuales".
La historia según Nader En julio pasado, un Nader petulante le dijo al congreso de la Asociación Nacional para el Adelanto de las Personas de Color (NAACP), la principal organización afroamericana de derechos civiles del país, que los opositores del movimiento antiesclavista y del movimiento en pro del sufragio de las mujeres de fines del siglo diecinueve y principios del veinte, "no fueron simplemente un puñado de hombres." Los verdaderos culpables, dijo, fueron... las grandes empresas. Nader parece incapaz de comprender que el racismo y la misoginia, al igual que la homofobia y el odio étnico, religioso o lingüístico, no son una simple reacción emocional que el desempleo provoque en la gente, sino algo mucho más serio. No entiende que esas cuestiones, tanto como las puramente económicas, definen a la sociedad. Tampoco entiende que la sociedad es una estructura compleja, en la que todos esos elementos están entrelazados estrechamente. El problema de Nader es que su visión del mundo, anti-histórica y econocéntrica, nada tiene que ver con la realidad. La incapacidad de Nader de ver a la sociedad tal cual es, como una red compleja de fuerzas sociales, culturales y económicas igualmente importantes, no es sólo un fallo intelectual y político: es, ante todo, un fallo moral. Niega que las minorías raciales, las mujeres y la población gay han sido los principales impulsores del cambio social en los Estados Unidos en los últimos 40 años y que es muy probable que lo sigan siendo en el futuro. Niega el tema gigantesco de la inmigración, que se avizora ya en el horizonte, con sus problemas conexos de idioma y cultura, en un siglo en que la población blanca dejará de ser mayoritaria en los Estados Unidos. Y relega todo lo anterior, como quien dice, al cuarto de los sirvientes, a ese lugarcito subordinado y servil que ocupaban dentro de la izquierda antes del inicio del movimiento pro derechos civiles de las minorías, en los años sesenta.
El primero de la clase Si se acaba con la concentración de poder en manos de las grandes empresas, todos los demás problemas se resolverán más o menos automáticamente, según Nader (aunque en la recién modificada sección sobre cuestiones raciales de su página Web oficial el candidato admita ahora que, a lo mejor, se va a necesitar un empujoncito extra para eliminar el racismo).
La mayoría de los partidarios de Nader están asqueados de los demócratas y ven a Nader, pese a sus defectos, como la mejor oportunidad para impulsar el tercer partido que creen que el país necesita urgentemente. Algunos descartan como táctica alarmista de los demócratas la posibilidad de que el conservador Bush se beneficie a la larga de los votos a favor de Nader. A otros no les importa, pues creen, como Nader, que las crisis desencadenan revoluciones. Muchos de los naderistas anhelan la unidad de los de abajo y quieren acabar con lo que consideran el provincianismo estrecho de los diferentes movimientos de liberación, así como con el distanciamiento entre éstos y el movimiento sindical. Buscan ya no una política de la coalición, sino una política de la trascendencia. Habría que preguntarse, sin embargo, si el héroe naderista, ese injerto idealizado de trabajador blanco y militante antiglobalista de la clase privilegiada, es el vehículo adecuado para que las minorías raciales, los gays y las mujeres levitemos juntos hacia el nirvana político. O si, como dijera el inmortal Yogi Berra, "esto es un deja-vu otra vez".
El nirvana nebuloso de Nader Por ejemplo, bajo Nader, los Estados Unidos sencillamente recogerían sus canicas y saldrían dando un portazo de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la cual, naturalmente, se desplomaría. El candidato, sin embargo, no nos dice como impediría entonces que la economía mundial se hundiese en el caos, con qué reemplazaría a la OMC y qué consecuencias tendría para el mundo una política comercial mundial impuesta por los Estados Unidos, por bien intencionada que fuese. Nader parece carecer de oído musical para las consecuencias políticas, igual que lo carece para las cuestiones raciales. El candidato promete devolver el control de la agricultura estadounidense a los agricultores independientes, aquellos que trabajan la tradicional granja de familia. Demográficamente, ya no quedan suficientes agricultores independientes en el país a los que devolverles tal control, ni tampoco se escucha el clamor de las masas de aspirantes a granjero tradicional. Nader, un adicto a las estadísticas, lo sabe perfectamente bien, pero poco importa: el plan suena bonito. Los tres mecanismos que propone para realizarlo son, en todo caso, demasiado débiles y no lograrían desviar más que un porcentaje pequeño de la agricultura al productor individual: aplicación más vigorosa de las leyes contra los monopolios, permitir que los granjeros cultiven cáñamo o hachís industrial y, lo más interesante, prohibir que las empresas empacadoras de carne sean propietarias también de las instalaciones de producción ganadera. En tema tras tema, el programa de Nader substituye la lógica y el detalle práctico con ilusiones y espejismos. Sin embargo, hay algunos puntos interesantes en él, como las secciones sobre el medio ambiente y sobre la reforma electoral. Esta última es impresionante: financiamiento público de las campañas electorales, acceso gratis a los medios de comunicación para los candidatos competentes, representación proporcional (eliminación del actual sistema del vencedor absoluto), inscripción para votar el propio día de la elección y, lo mejor de todo, una opción de votar por "ninguno de los anteriores" que obligaría a la celebración de nuevos comicios con nuevos candidatos. ¿Basta eso para votar por Nader, aunque a uno no le importe un pepino ayudar a Bush, o que se condene de nueva a la invisibilidad a las minorías raciales, los gays y las mujeres? Eso dependerá enteramente de si uno cree que un tercer partido es una pérdida de tiempo o la mejor manera de reformar la política en los Estados Unidos. Y de la índole del tercer partido cuyo nacimiento uno quiera apoyar. Con Nader y los Verdes al timón, las apariencias de hoy decididamente no engañan: en ellas ya se perfila con claridad lo que tal partido, si es que surge, habrá de ser. Enlaces afines: Para el sitio oficial de Nader 2000. (Español). Para el sitio oficial de Partido Verdemás allá de Nader. (Inglés solamente). Para todos los aspirantes a tercer partido (Verde, Trabajadores, Libertarios, Reformista, Familias Trabajadoras, etc.) vea el lento de cargar Third Party Watch. (Inglés solamente). Para el artículo de Vanessa Daniel "Ralph Nader's Racial Blindspot" en ColorLines. (Inglés solamente). Cómo votar por Nader y no sentirse como una rata: "Beatification of Ralph." (Inglés solamente).
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